¿Qué debo hacer como docente para atender a todo el alumnado según sus capacidades? ¿Qué metodologías promueven la inclusión? ¿Cómo puedo aplicar el DUA en el aula? Hemos reunido a 4 expertos en inclusión educativa para aprender y hablar sobre cómo generar las mismas oportunidades de aprendizaje para todos los alumnos adaptándonos a sus necesidades educativas. ¡La diversidad es riqueza así que empieza a cambiar tu mirada!

Rafael Medina Gallardo

Pedagogo y responsable de formación de la Fundación ZERBIKAS (País Vasco)

Mis tres consejos son:

  • Sensibilizar al alumnado sobre la diversidad, no como una acción puntual sino como “creación de un clima” donde la acogida, la ayuda mutua, la comunicación… sean posibles en la práctica. A veces habrá que facilitar herramientas de comunicación como la lengua de signos, escritura Braille, comunicación alternativa, etc., así como prácticas inclusivas en la vida cotidiana, deportes, comedor, etc.
  • Planificar toda la actividad educativa desde el enfoque del Diseño Universal de Aprendizaje que permita que todo el alumnado independientemente de sus capacidades, niveles y posibilidades avance en torno a los mismos temas y mismas actividades.
  • Hacer cosas juntos en grupo y si es posible hacer cosas útiles a otras personas y a la comunidad, aprendiendo y sirviendo a las necesidades del entorno. Es decir, practicar el Aprendizaje-Servicio desde un enfoque inclusivo. El Aprendizaje Servicio es una potente planta de inclusión educativa.

 

Coral Elizondo

Maestra, orientadora y profesora asociada a la Universidad.

Dar solo tres consejos es difícil, puesto que para lograr una inclusión educativa real es necesario que se lleve a cabo una transformación del sistema educativo. La escuela del siglo XXI diseña de forma universal desde el inicio y va más allá de la alfabetización y la mera adquisición de contenidos, es una educación que capacita al alumnado a seguir aprendiendo ofreciendo oportunidades de aprendizaje a lo largo de la vida.

La escuela del siglo XXI debe ser una escuela capaz de ofrecer oportunidades de éxito a todo el alumnado, no es por lo tanto una escuela que pone barreras y adapta el currículo, sino una escuela abierta, participativa, que lleva la inclusión al corazón, pero sobre todo es una escuela que cuida y crea redes naturales de apoyo para lograrlo. 

Para garantizar una educación inclusiva, equitativa y de calidad en nuestras aulas es necesario asegurar la presencia, la participación y los logros de todo el alumnado, y este es el reto actual en educación. Surge entonces esta pregunta: ¿cómo hacerlo? Para lograrlo es necesario cambiar la mirada centrada en el déficit, romper con la idea del estudiante promedio y empezar a diseñar ambientes flexibles de aprendizaje que permitan trabajar juntos alumnos y alumnas diferentes, como decía Pujolàs.

Esto requiere transformar las metodologías y las prácticas segregadoras en el aula y trabajar en contextos flexibles que se escapan del currículo rígido, hablaríamos entonces de cambios en tres aspectos: 

  • cambios en las medidas organizativas con el fin de multinivelar y diversificar en el aula.
  • cambios metodológicos con metodologías que fomenten las interacciones dialógicas.
  • y por supuesto, cambios en las medidas curriculares que permitan diseñar de forma universal. 

Ya ves que son más de tres los aspectos que debemos cambiar, pero si tuviese que decir por dónde empezar, te diría por un cambio de mirada. 

 

Maria Cristina Luna Brosa

Psicóloga y logopeda, miembro de la dirección técnica de la Fundación Talita, Profesora asociada de la Universidad de Psicología de la UB y directora del Centro Luna de psicología y logopedia.

La inclusión de cualquier alumno en el aula pasa por tres conceptos básicos:

  • El primero tiene que ver con las expectativas que tengamos de cada uno de los alumnos.

Trabajar en inclusión educativa parte del concepto de capacidad, cada alumno tiene unas características personales propias, pero siempre tiene posibilidades de aprender, por diferentes que sean. Esta expectativa de competencia y posibilidad es básica, y es lo que nos ha de permitir ajustarnos a cada uno de nuestros alumnos desde la generación de expectativas positivas y ajustadas. No podemos olvidar que en la escuela los alumnos crecen y se desarrollan a nivel personal, social y curricular y hay alumnos a los que vamos a tener que priorizar unos aspectos y no tanto los curriculares.

  • Por otro lado es importante entender que la participación de cada uno de los alumnos va a estar en relación a sus propias posibilidades, y creer que la participación aunque sea parcial, es positiva y adecuada delante del grupo.

No todos los alumnos van a poder hacer el mismo tipo de actividades ni con la misma profundidad, basándonos en la taxonomía de Bloom podemos ajustar lo que cada uno de los alumnos va a poder generar y a qué nivel va a llegar su conocimiento.

  • Y tercero y, no por ello el menos importante, va a partir de la idea que la escuela inclusiva se basa en que todos los alumnos han de trabajar juntos para aprender juntos.

La vivencia de diversidad, las relaciones que se establecen y el aprendizaje que supone verse capaz y formando parte del grupo, va a ser lo que va a favorecer que todos los alumnos progresen en su desarrollo personal y académico.

 

Olga Carmona

Experta en Neuropsicología de la Educación y Diagnóstico y Atención Psicopedagógica de niños con Altas Capacidades.

Obviamente, tres consejos son muy pocos pero he tratado de reflejar los más esenciales:

  • Conoce a tu alumno y construye un vínculo emocional con él:

Es imprescindible que el docente conozca qué le interesa, qué le motiva, cómo prefiere aprender, cuáles son sus fortalezas y debilidades, cómo es su vida fuera del aula, aficiones, situación familiar… No puedes saber qué necesita de ti un alumno si no le conoces. Y tampoco puedes aspirar a que se sienta integrado ni atendido cuando no existe un vínculo afectivo entre él y tú. Esta es la base de cualquier metodología o práctica pedagógica que pretenda favorecer la inclusión educativa.

  • Individualiza el aprendizaje y transmite la idea de que la diversidad es riqueza:

Ni a todos los niños les interesa lo mismo, ni aprenden de la misma manera, ni disponen de los mismos recursos cognitivos; el trabajo por proyectos y las metodologías activas favorecen la personalización de la educación, pues permiten a cada alumno llegar hasta donde pueda y quiera, garantizando los mínimos obligatorios por ley.

  • Desplaza el protagonismo hacia el alumno:

El modelo de docente como fuente de información y de alumno que la recibe pasivamente, está absolutamente caduco. El alumno debe ser el protagonista de su formación, siendo el profesor un canalizador-orientador que le apoye. El alumno debe participar (y decidir) en asuntos como la forma de evaluar, qué actividades se realizan, en qué formato, cómo investigar, etc.. El uso de metodologías puramente deductivas a otras híbridas e inductivas, recogería las diferentes formas de aprender de todo el alumnado.

 

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