Ofrecer ayuda: El andamiaje docente.

En 1976, David Wood  publicó, junto a Bruner y Ross,  un artículo sobre el rol del tutor (entendido como docente) en la resolución de problemas para el Journal of Child Psychology and Psyquiatry, donde presentó por primera vez el concepto de “andamiaje docente”. A él  vamos a remitirnos.   Ese concepto, extremadamente afortunado, viene a considerar algo que, como docentes, hemos experimentado en clase a menudo.

¿Cómo saber la cantidad, el momento y  la calidad de la ayuda que debemos dar a los alumnos para resolver un problema, de modo que favorezcamos su autonomía y, al mismo tiempo, atendamos sus dificultades? Se trata, sin duda, de una pregunta crucial en el aprendizaje, puesto que si no damos la ayuda adecuada, quizás no puedan avanzar y si damos demasiada o en el momento inoportuno, quizás no les permitamos ser suficientemente autónomos y acaben confiando en que no es necesario esforzarse porque la ayuda vendrá a suplir su propio esfuerzo.

La metáfora del andamiaje es muy visual. Cuando se construye un edificio, se va levantando progresivamente un andamio que ayuda en el aporte de los materiales de forma progresiva, para ser retirado tan pronto como el edificio se ha acabado para que se sostenga por sí mismo. 

Así debe ser la ayuda docente: ofrecer el apoyo necesario en la construcción del aprendizaje, para ir retirando esa ayuda en beneficio de la autonomía del educando. 

Siguiendo las ideas de Wood, comprendemos que el ser humano tiene, de forma innata, la predisposición a ayudar a otro ser humano en una tarea que domina, cuando ve que el otro no podrá alcanzar, por sí mismo, su objetivo. Las neuronas espejo que han descrito los neurobiólogos, nos predisponen a imitar las conductas de éxito de nuestros semejantes y, también, a empatizar con ellos.aprendizaje en construcción

Es cierto que la fuerza de ese impulso es muy intensa en unos seres humanos y no tanto en otros.  Por eso, el trabajo colaborativo entre iguales, puede ser una buena forma de construir ese andamiaje sin obviar que la pregunta que planteamos se va a seguir dando.

El concepto de andamiaje introduce además otra reflexión muy pertinente. Debemos enseñar a los alumnos y  alumnas a desarrollar sus habilidades para pedir o solicitar ayuda, en cantidad, calidad y tiempo adecuados. Las propias investigaciones de Wood pusieron de manifiesto una conclusión que debe hacernos reflexionar a los docentes: los niños y niñas con más dificultades  de aprendizaje son, de hecho, los que menos solicitan ayuda, porque no les hemos entrenado a ello. 

El profesor Wood no se refiere, en sus investigaciones, a la ayuda colectiva, al grupo, sino a la ayuda individual, más difícil de detectar y ofrecer en las clases. Ese concepto de ayuda no parte de una concepción pasiva del alumnado sino todo lo contrario. Debemos entrenar a los niños para que detecten cuándo precisan ayuda, la busquen en el nivel e intensidad adecuados y los adultos, en particular los docentes, debemos refrenar nuestro poderoso deseo de ayudar siempre.

Sólo se debe ayudar cuándo y en la medida que conviene y detectar esas variables es ciertamente un proceso complejo, casi un arte.

En ocasiones, debemos reconocerlo, los docentes, conducidos por la vocación de servicio, nos dejamos llevar por nuestro impulso de ayuda y promovemos respuestas de acomodación en el alumnado que no deseábamos en absoluto. Les damos la solución antes que permitirles que la busquen y la piensen por sí mismos

alumnos experimentando por sí mismos

Por todo ello, los docentes debemos aprender y practicar el andamiaje que consiste en promover una ayuda a tiempo, para ir, poco a poco, desvaneciéndose, y ello casa perfectamente no sólo con el conocimiento profundo del reto propuesto a emprender, sino también con el conocimiento profundo del alumno o alumna que requiere la ayuda.  A los docentes nos resulta esencial, en nuestra profesión, ponernos en el lugar de los discentes para poder promover una ayuda que sea útil y no contraproducente. 

Cuando entramos en clase, promovemos siempre una tarea que tratamos que sea un reto manejable, ni demasiado fácil como para que no sea un reto, ni demasiado difícil como para que no haya posibilidades de éxito. A continuación, tratamos de que presten atención a los aspectos focales de la tarea hasta comprender, en profundidad, qué se demanda de ellos y ellas.

En este aspecto hay que remover los distractores que pudieran apartarlos del foco y ayudarles a recordar los objetivos básicos. Debemos tener presente que las investigaciones de Wood pusieron de manifiesto que la alta actividad psicológica, necesaria para el aprendizaje, comienza a decaer al cabo de unos treinta minutos.

Como docentes, cuando acumulamos una cierta experiencia, empezamos a observar que algunos alumnos tienen dificultades para continuar con la tarea asignada. Lo más conveniente es graduar el apoyo que se les va a prestar. Podemos empezar señalándoles que pueden encontrar andamiaje en su grupo de iguales.

No obstante, si ésta no es suficiente, debemos intervenir, bien asegurándoles verbalmente que van por buen camino, bien rectificando la ruta que siguen. Si eso no es suficiente, podemos en un segundo paso, indicarles  la ruta que no están percibiendo  y si, aún así, no se consigue, podemos facilitarles una disyuntiva (¿sería como esto o como aquello?). Si incluso así no fuera suficiente, sería necesario ofrecer la secuencia de pasos completa hasta la solución.Profesora ayudando a su alumna

Debemos entender que entre cada uno de estos pasos debemos dejar el tiempo necesario para que el alumno o alumna progresen por sí mismos. Sólo sobre el éxito final se puede seguir aprendiendo, aunque en el proceso se den muchos fracasos. 

Como decíamos anteriormente, es necesario evitar la dependencia excesiva de la ayuda, pero sin que por ello decaiga la confianza en que ésta se recibirá. En el primer caso puede producirse una falta de esfuerzo por parte del discente; en el segundo, una pérdida de motivación del mismo por no entrever ninguna posibilidad de éxito.

La docencia y la ayuda aquí descritas son siempre colaborativas con el alumnado y, en cierta medida, un camino por el que avanzar, puesto que su éxito absoluto es extremadamente difícil.

El temperamento del alumno, su capacidad de atención y concentración, son algunas entre muchas variables que vienen a dificultar la viabilidad de la ayuda, a lo que cabe añadir que los niños y niñas que tienen dificultades de aprendizaje encuentran realmente más dificultades para enseñarse a sí mismos y regular su propio aprendizaje.

Por ello debemos entrenarlos en la búsqueda de ayuda, tanto en diversas fuentes, como en diversas personas a su alcance; debemos animarlos a tomarse el tiempo que necesitan para pensar por sí mismos, sin avanzarnos a su proceso de aprendizaje.  

Si te ha interesado este artículo sobre el andamiaje docente te gustará leer La necesaria reflexión de los alumnos para un aprendizaje significativo y Neurociencia educativa en los procesos de enseñanza-aprendizaje.

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