Junto con William Shakespeare y con Lope de Vega, el dramaturgo Molière (seudónimo de Jean-Baptiste Poquelin) es sin lugar a dudas uno de los grandes renovadores del teatro moderno. Nacido en 1622 (no se sabe exactamente el día, aunque el acta de su bautizo corresponde al 15 de enero), estos días se cumplen los 400 años de su nacimiento. Desde Vicens Vives, creemos que no hay mejor manera de celebrarlo que leyendo su teatro, por lo que os hacemos una propuesta didáctica para acercar a los jóvenes lectores a su obra.

Molière y su tiempo


La vida de Molière está repleta de brillantes triunfos y de adversidades. Con una clara vocación teatral cultivada desde muy joven, y tras unos comienzos difíciles, Molière llegó con sus comedias a ganar el favor de algunos de los personajes más importantes de la Francia de su tiempo, entre el Rey Sol, Luís XIV. Tanto es así que, junto con su grupo teatral, fue el principal responsable de amenizar las veladas de la corte, hasta el punto de que la compañía llegó a merecer el título de «la tropa del Rey». 

Su meteórico ascenso fue sin embargo ensombrecido por el escándalo provocado por la comedia Tartufo. Esta crítica a la hipocresía religiosa y a los directores espirituales, figura habitual en las casas nobles, despertó importantes resquemores entre el clero, y en especial entre los miembros de la Compañía del Santo Sacramento. La obra fue prohibida durante un tiempo, y aunque no llegó a impedir los posteriores éxitos de Molière, la polémica le ganó numerosos enemigos y amargó los últimos años de su vida. 

El teatro de Molière

El teatro de Molière está definido sobre todo por sus comedias, auténticas piezas satíricas inspiradas en las farsas y en los fabliaux medievales, que caricaturizaban algunos personajes y vicios de su época. Tales comedias, escritas originalmente en verso, han sido traducidas a casi todas las lenguas vivas y adaptadas en numerosas versiones teatrales, y forman parte aún del repertorio habitual de los teatros de todo el mundo. Algunas de las más célebres y bien logradas son El enfermo imaginario, El avaro, El misántropo y Tartufo, a la cual ya nos hemos referido.

El Tartufo, El misántropo y El enfermo imaginario 

Tartufo, subtitulada «El impostor», nos presenta una familia dividida por la presencia del hipócrita Tartufo, a quien todos conocen como impostor salvo el señor de la casa, Orgón, y su madre, beatos ridículos a quienes Tartufo, bajo el aspecto de un consejero devoto, engaña y manipula a su antojo. El conflicto estallará cuando Orgón decida casar a su hija Mariana con Tartufo, a pesar de estar ella enamorada y comprometida con otro hombre. Como la familia de Orgón, el lector/espectador se sorprende de la ceguera de este personaje, y cuando Tartufo aparece finalmente en escena en el tercer acto, después de explicársenos sus fechorías, no podemos evitar sentir repugnancia por el falaz personaje. 

En El misántropo, Molière nos presenta Alcestes, tal vez alter ego del propio Molière, un hombre honesto, sincero, que odia la hipocresía y el engaño… y que tiene la mala suerte de estar enamorado de una mujer que representa todo lo que detesta. En última instancia, el conflicto de Alcestes solo podrá resolverse con su abandono de la sociedad para ir solo al campo a llevar una vida retirada

El enfermo imaginario, quizá la obra más conocida de Molière y la última que escribió, retoma un tema frecuente en la producción del autor: el ataque al gremio de los médicos, que en su tiempo basaban su ciencia en unos conocimientos rudimentarios (y erróneos, según hoy sabemos) y en unas prácticas cuestionables cuanto menos. 

La obra nos presenta al hipocondríaco Argán, que cree estar enfermo sin indicio alguno de ello, respaldado por un equipo de médicos que le siguen la corriente y por Belina, su mujer en segundas nupcias, quien finge cuidarlo pero q

ue en realidad solo ambiciona la herencia. A fin de ser mejor atendido en su enfermedad imaginaria, Argán planea casar a su hija Angélica con un médico. Ella, no obstante, está enamorada de Cleanto, y con la ayuda de su tío Beraldo ideará un plan para sacar a la luz la hipocresía tanto de los médicos como de Belina, plan que culminará con Argán fingiéndose muerto. 

Propuesta didáctica

Antes de empezar

La lectura de obras teatrales tiene algunas particularidades que la distinguen de la lectura de narrativa y que vale la pena explorar en clase. Para ello, podemos preguntarles a nuestros estudiantes si ya habían leído teatro antes, y en caso de que sí, qué les gusta más y qué menos de hacerlo. Podemos interesarnos también por si han tenido experiencias con el teatro (como público o como aficionados), y en caso afirmativo, por cuál es la última obra que han ido a ver o en la que han participado. 

Por otro lado, los títulos de Molière suelen ser bastante sugerentes y descriptivos (“Tartufo o el Impostor”, “El enfermo imaginario”…), de modo que una introducción interesante a la obra es pedirles que escriban en una hoja y que discutan luego entre ellos, a partir del título, cuál piensan que puede ser el argumento de la pieza que van a trabajar.

Explorando los personajes

Como es frecuente en la comedia de la época, los personajes de Molière no suelen ser personajes poliédricos, sino que sintetizan en sí vicios o actitudes muy definidos, aunque a veces no están exentos de cierta interesante ambigüedad. Una actividad útil para acercarnos a la obra de Molière consiste en pedir a los estudiantes que realicen una tabla de personajes en la que adjudiquen a cada uno de ellos una serie de adjetivos. Si queremos, podemos proporcionarles nosotros los adjetivos, mezclando valores tanto positivos como negativos (cobarde, valiente, miedoso/a, ingenioso/a, hipócrita…), y pedirles cuál de los personajes creen que expresa mejor cada valor. Después de que los hayan adjudicado individualmente o en parejas, podemos poner en común las listas y discutir aquellos adjetivos que susciten más divergencias. 

Fomentando la creatividad

Una vez hayamos leído la obra y la hayamos trabajado en clase, podemos proponerles, como proyecto de clase, que realicen un vídeo en el que expliquen la obra. Para hacerlo, pueden servirse de los recursos que prefieran: pueden usar, por ejemplo, una pizarra y dibujos, pueden dramatizar un debate… ¡Animémosles a ser creativos y dejémonos sorprender!

¿Qué habría criticado Molière en nuestra época?

Molière era un crítico feroz de sus contemporáneos y de los malos hábitos de su tiempo, de los que se burló en sus brillantes sátiras. Pero ¿sobre qué hubiera escrito de vivir en nuestra época? Un buen ejercicio de imaginación es elucubrar sobre qué personajes podría haber dirigido sus sátiras un Molière del siglo XXI. Podemos pedirles que lo discutan en grupos y después poner en común sus ideas.

Escribamos una sátira

Si queremos llevar más lejos la idea anterior, podemos proponerles escribir una pequeña sátira sobre alguno de los personajes o temas que hayan surgido. Si queremos, podemos ayudarles proponiendo algunos otros sujetos que nos parezca que pueden dar juego. Pueden ser desde personajes cercanos a su realidad (“el youtuber” o “el tiktoker”) hasta temas que les queden más lejos pero que puedan dar juego (“el candidato a presidente”). Si, una vez acabadas, les proponemos representar sus sátiras en la clase, tendremos unas risas garantizadas.  

Del papel al teatro

Uno de los más principales y más atractivos rasgos de las piezas teatrales es, precisamente, su potencial para ser llevadas a escena. Por ello, una muy buena manera de culminar el estudio de la obra es a través de su representación teatral, bien inviándolos a que sean espectadores, bien animándolos a representarla ellos mismos. Como espectadores, si no podemos optar a llevarlos a una representación en directo (lo cual sería óptimo, pero lógicamente difícil), YouTube nos ofrece numerosas adaptaciones de Molière, y no será difícil encontrar una que se adapte a lo que buscamos. Podemos proyectarles alguna escena característica de la pieza y comentar juntos si es cómo se la habían imaginado, qué les ha gustado, qué no, etc.

Otra posibilidad muy interesante es que ellos mismos ejecuten la obra. Podemos diseñar una representación en directo (por ejemplo, como proyecto de fin de curso), o podemos pedirles que, en grupos, adapten la obra para hacer una película casera.También podemos pedir que cada grupo se prepare una de las principales escenas para representarla ante el resto de la clase. Elijamos el formato que elijamos, resultará en una actividad diferente que llevará a los alumnos a implicarse y a divertirse, a la vez que desarrollarán su creatividad y ejercitarán su memoria. 

¡Esperamos que estas propuestas te hayan sido útiles! ¡Y si quieres compartir tu experiencia trabajando textos teatrales en clase, te animamos a contárnosla en los comentarios! 

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