En el día a día de lo que hacemos ¿ponemos atención sobre los sentimientos que puedan expresar las personas o sólo atendemos lo básico del comportamiento que vemos? Poner atención, es ir más allá de la rápida evaluación funcional del momento social en el que estamos, es mirar con el corazón; como se lo dijo el zorro al Principito en su encuentro, entregándole la más importante de las enseñanzas: “lo esencial es invisible a los ojos”. Pero ¿por qué demorar tiempo en lo que hacemos para atender aquello que no vemos? ¿Por qué gastar nuestro valioso recurso llamado horas del día para mirar detenidamente, por unos segundos más, a quienes nos rodean?

Creo que la respuesta es una invitación a reflexionar sobre qué tipo de ciudadanía estamos siendo; tomo las palabras del sociólogo polaco Z. Bauman, en relación al desarrollo social contemporáneo, aportando con su convencida idea de que “estamos destinados a comunicar con y para el otro”; atender los sentimientos que puedan estar expresando las demás personas a nuestro alrededor, tiene que ver justamente con eso, con recibir correctamente lo que nos quieren comunicar y con aprender también, a comunicarles lo que queremos desde el corazón, en consciencia, para conectarnos con aquella esencia que, a simple vista, no vemos. Un mensaje bien dado y bien leído, es una relación social más efectiva. El escritor polaco alude en una línea similar, a la necesidad de salir del modo egocéntrico al actuar, de arriesgarnos a conocer al otro, a ocupar miradas, a conectarse.

Por lo anterior, es que a ratos podríamos reflexionar, desde esta esencia fundamental de la vida social, sobre la importancia de ir haciendo una revisión del modo en que estamos, o cómo enseñamos la expresión comunicacional desde el uso de redes sociales; pareciera que atender lo invisible a los ojos, es un nuevo desafío ocupando la tecnología, para no caer sólo en una lectura superficial, pero tampoco, leyendo lo que no se dice; este recurso tan valioso, es también parte de la formación ciudadana relevante desde un sentido humanista científico.

Si tan sólo incluyéramos en nuestros curriculum educativos, en colegios y educación superior, espacios programáticos obligatorios para aprender a conectarse con los sentimientos que nos quieren decir en realidad las otras personas, podríamos al menos, evitar juicios y prejuicios, siendo menos injustos y más inteligentes, sobretodo, emocionalmente hablando; podríamos apostar a que habrían menos conflictos ciudadanos, si entendiéramos que delante de cada uno/a, hay una persona que siente.

Podríamos educar en la expresión comunicacional directa como también cuando accedemos a las redes sociales. Al menos, haríamos un esfuerzo más por no pasar por alto, como si nada, aquello que nos distingue como especie; habría más sentido humano en el acto social. Con lo bueno y lo malo de los sentimientos, al menos, podríamos enseñarles a nuestros niños y jóvenes, que independiente del motivo, del tiempo que tengamos y de la razón que nos mueva, es necesario, por principio, poner atención al sentimiento que expresa cada persona, porque eso, nos hace verdaderamente humanos y no puede estar ajeno al mundo formador de nuevas generaciones.

Podríamos hacer un simple ejercicio, pedir en una sala de clases, que cerremos los ojos, que en silencio repasemos la última escena antes de llegar donde estamos, repasemos las imágenes, gestos y palabras de las últimas personas que vimos ¿Qué sentimiento podrían haber estado expresando? Esa silente respuesta personal, ya conecta con lo esencial de ser persona y con eso, avanzamos un paso más; así quizás, puede entenderse lo especial y valioso de la lección, la más importante de todas, que dio el zorro al Principito. Desconozco si Bauman habrá sido admirador de la creación de Saint-Exupéry, pero si no fue, implícitamente, hay mucho de él en su discurso.

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