En Francia han decidido volver al dictado y a la lectura en alto. Vecinos del norte deciden que no enseñarán a los alumnos a escribir a mano. En Asia, algunos países tienen jornadas escolares muy extensas. En España, algunas comunidades prohíben los deberes y muchas otras debaten sobre la erradicación de los móviles en los centros educativos.

Añadido a lo anterior, no sé si de manera contrapuesta o de forma complementaria, encontramos profesores que hacen magia, que son YouTubers, que usan Twitter o Whatsapp para que sus alumnos aprendan.

¿Alguna de esas aproximaciones está mal? ¿Son todas correctas? ¿Debemos prohibir desde instancias políticas los recursos que se deben usar en los centros? ¿Hasta dónde llega la libertad de cátedra del profesor en el aula?

Ante los malos resultados obtenidos en pruebas internacionales, que suponen prestigio educativo para un país (o al menos así se ha visto hasta la fecha, aunque ya hay importantes voces que lo ponen en duda), cada estado ha decidido dar una vuelta de tuerca más a la ya retorcida educación, sin ser conscientes, probablemente, de que esa tuerca ya no da más de sí por muchas vueltas que le des, está pasada de rosca, mires por donde lo mires.

  • Empoderemos al profesorado.

Desde el aula se están dando cambios maravillosos, surgen ideas increíbles, contamos con docentes excepcionales que trabajan día a día, en muchos casos con escasos recursos, para exprimir al máximo la motivación de sus estudiantes y promover su aprendizaje significativo, su pensamiento crítico y su curiosidad.

Tres niños en un escritorio con un profesor

No creo que un método sea mejor que otro. Nunca. Dependerá del contexto, del centro, de los recursos, de los alumnos, del profesor/a y de un largo etcétera. Y el que conoce esas circunstancias es el docente. Por eso pienso que no debemos ponerle trabas ni limitaciones, porque siempre va a intentar hacer lo mejor, démosle alas igual que él, o ella, obviamente, intenta hacerlo con sus alumnos, para intentar que vuelen lo más alto posible.

  • Y entonces me pregunto, ¿hay que seguir aprendiéndose las capitales del mundo?

Muchos se echarán las manos a la cabeza ante la recuperación de métodos memorísticos, dictados o de la lectura en alto. Personalmente yo no. Me parece muy bien. La memoria tiene que ser ejercitada y, en ese sentido, saber realizar operaciones básicas de matemáticas o saber las capitales del mundo son aspectos que antes se encuadraban dentro de la denominada como cultura general y que se está ninguneando mucho últimamente.

Si no sabemos sumar, restar o multiplicar mentalmente, no tendremos la base necesaria para poder resolver otro tipo de operaciones complejas. El conocimiento de ciertos aspectos resulta fundamental para el desarrollo de conceptos más complicados.

Dos niñas buscando en un globo terráqueo

Y no solo eso, el cerebro de un niño se está desarrollando (y el de un adulto deteriorando, así que ojo porque nos viene bien a todos), por lo que debemos darle ejercicio para sus músculos. Si queremos que el cerebro se desarrolle de manera adecuada, tenemos que hacerlo trabajar, de muchas formas y desde muchas perspectivas. Y eso incluye, sí señores, saberse las capitales del mundo y a nadie le ha pasado nada por sabérselas. Aunque ahora ya no nos acordemos de ellas. Pero esa es otra cuestión que tendrá que ver con actividades y propuestas de trabajo posteriores.

  • Memorizar tiene muchas implicaciones positivas.

Memorizar supone, como decía, ejercitar el cerebro, y nos proporciona cultura general, y algo más importante aún, y muy de moda, si queremos agarrarnos a ello: metacognición, metaaprendizaje y autoconocimiento.

Probablemente algunos aún recordemos cómo estudiamos todas esas capitales en su día. Sentados en nuestras mesas, esos años prehistóricos en los que aún no teníamos internet e ideábamos nuestras propias reglas mnemotécnicas para aprenderlas, hacíamos esquemas, dibujos, listas, rimábamos palabras, completábamos mapas, nos planteábamos metas y nos dábamos premios y minirecompensas por acordarnos de algo, parábamos un rato…y todo eso nos ayudaba a conformar y desarrollar nuestras propias estrategias de aprendizaje, a gestionar nuestro tiempo de estudio, a conocer qué técnicas nos eran más útiles para estudiar y así una larga lista de beneficios.

  • ¿Supone esto que vamos a hincar los codos todo el tiempo?

No. Pero tampoco pasa nada por estudiar un poco. No todo es práctico en la vida, no todo es tecnología, ni Google, ni fabulosas herramientas digitales. Todas esas competencias hay que desarrollarlas. Es fundamental hoy en día, sin duda, claro que sí. Pero no despreciemos lo que ya teníamos. Como todo en la vida, en el justo medio está el equilibrio. También hay que saber escuchar, atender una explicación, seguir un dictado y sí, aprenderse las capitales. Una cosa no quita la otra, o no debería hacerlo, desde mi punto de vista.

 

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