Últimamente escuchamos hablar de emprender en educación. Los docentes intentamos transmitir al alumnado los valores de la Cultura Emprendedora como parte esencial de su formación. Sin embargo, nos asomamos al balcón y somos testigos mudos de la que está cayendo: paro, desidia, morriña, falta de oportunidades laborales, escasa creación de empleo, cambios políticos, desilusión, decepción…

¿Cómo podemos emprender nada con este panorama?

¿Cómo hacer que salte la chispa? ¿Es de locos fomentar el emprendimiento?

Yo, que crecí en la crisis de los 80 arropada por La Bola de cristal y los libros de Montserrat del Amo, también abro los ojos y veo la realidad de mi alumnado, muchos de ellos pagando el pato de una circunstancia que se le queda corta a Los lunes al sol. Soy consciente de la edad que tienen y de las ilusiones que algunos han perdido ya. Pienso en Chomsky cuando dijo: “La obligación de cualquier maestro es ayudar a sus estudiantes a descubrir la verdad por sí mismos”.

Y lo cierto es que no sé qué hacer. Me reúno con mis compañeros, hablo con las familias, paseo por el pueblo, observamos el contexto de nuestro centro educativo y nos ponemos manos a la obra… Desarrollamos nuestro proyecto dentro del Programa Educativo Innicia Cultura Emprendedora y comenzamos a jugar.

  • A veces apuesto a que ellos son Lázaro de Tormes y yo soy el ciego. Nuestra misión es conseguir que se busquen la vida en un entorno desfavorable, desarrollando los valores de emprender como solo el Lazarillo supo hacerlo: resiliencia y superación del fracaso, abandonar las lamentaciones y pasar a la acción, usar la imaginación y armarse de valentía y arrojo. Aprenden el mérito de los que siendo pobres han conseguido ascender socialmente y les recuerdo: “Necio, aprende, que el mozo del ciego un punto ha de saber más que el diablo”.
  • Les invitamos a que pelen la fruta ellos mismos, a que se aten los cordones, a que organicen sus tareas y a que se preparen para cuando sean escupidos al mundo sin miramientos. Entrenamos concienzudamente como en Karate Kid y les cito una frase que escuché en El Príncipe de Bel Air en boca de la abuela, que se mantenía totalmente en la onda: “Muchacho, a mí no me pasan las cosas, yo hago que las cosas me pasen a mí”.

Niños con las manos unidas representando el trabajo en equipo para emprender

  • También les invitamos a que se respalden entre iguales, a que se involucren, a que desarrollen valores de buen ciudadano, a que inicien juntos un proyecto, a que sientan su propia identidad. Vemos fragmentos de Aquellos maravillosos años, traducimos la letra de la sintonía de la serie With a little help from my friends y comentamos algún capítulo de Verano Azul, como el de No nos moverán, en el que la unión hace la fuerza y todos los chavales luchan por una causa justa y solidaria.
  • También se les habla de Lolo Rico y de las frases: “solo no puedo, con amigos sí”, o “tienes quince segundos para imaginar, si no se te ha ocurrido nada, a lo mejor deberías ver menos la televisión”.
  • Otras veces tenemos que “desenseñar a desaprender cómo se deshacen las cosas” y empezar de nuevo, buscando soluciones diferentes y otros puntos de vista que nos ayuden a solucionar el problema.
  • Entre ellos, hablan de su “ikigai”, de la razón por la que se levantan cada mañana, de lo que aman, para lo que son buenos, lo que necesitan y por lo que les apetece luchar.

Emprender es posible

Yo, que ya he comentado que crecí en plena crisis de los 80, con su edad sabía muy bien lo que me esperaba en la calle y, aun así, estudié Filología Hispánica y Flauta travesera, nada más alejado del mundo empresarial y de los intereses económicos. Sin embargo, ahora que lo sé, creo que fui una gran emprendedora, no en el ámbito productivo, pero sí en el personal y el social.

Les cuento, les contamos nuestra historia, la historia de sus padres, de sus madres, de sus abuelos, de vecinos emprendedores, de los fundadores de su pueblo, colonos que levantaron las casas con sus propias manos…y saben que, si otros pudieron, ellos también.

Animamos a nuestro alumnado a que ejerza su libertad para decidir qué quieren hacer con su vida, a que se hagan cargo de su propia persona y a que no crean ni en príncipes salvadores ni en varitas mágicas. Les enseñamos las fauces del león y las astas del toro. Algunos de ellos ya son expertos en el manejo del látigo y el capote.

Silueta de niños libres con el sol de fondo para emprender

Pero también les enseñamos a unirnos con otros centros educativos para conseguir un bien común, a montar un mercadillo benéfico para el que lo necesita y a disfrutar de la vida al toque, al cante y al baile. Saben que autoexplotarse no es realizarse, que la vida son dos días y que, como canta Rozalén, es necesario respirar para mirar alrededor y que todo lo que no se atiende tarde o temprano reaparece.

Ellos saben lo que ocurre en la Fundación Baremboim- Said y saben quiénes son los de “Música en Vena”, conocen la página de “Emprende Música”, también saben que tengo un libro inspirado en ellos en el cajón y que de vez en cuando sacamos el cuenco tibetano para concentrarnos con las vibraciones o emitimos un “quejío” flamenco para descargar la agresividad.

También saben que somos un grupo, una piña, un pueblo, una cultura y una identidad, que sus calificaciones académicas son muy importantes, pero que no van a ser la determinación final en sus vidas.

Son personas que se mueven, que hablan en público, que participan en concursos, que toman la iniciativa, que ayudan a los demás y se vuelcan con las causas justas.

Sin ir más lejos, llevamos ya tres años que, en el mes de abril, junto con 20.000 alumnos más, ayudamos a todos los docentes de Música de España a sacar nuestra asignatura a la calle (convocatoria Musiqueando organizada por la Confederación de Asociaciones de Educación Musical COAEM). Porque a participación y tenacidad, no hay quien nos gane.

Y, después de esto,  ¿emprendemos?

Te invito a que te quedes con la definición de emprender en forma desusada, la que significa prender un fuego o una llama. Porque, una de las características que tiene una hoguera, una fogata, una lumbre o unas brasas es que se extienden fácilmente. Lo único que necesitamos es un material inflamable, y de eso, en nuestros centros educativos, tenemos en abundancia.

Aquí estamos, propiciando que la chispa salte tanto en los docentes como en toda la tribu que rodea a nuestro alumnado, que nos contagiemos y que contribuyamos entre todos a este particular incendio del emprendimiento (a pesar de la que está cayendo).

Si te has quedado con ganas de saber más sobre el concepto de emprender, echa un vistazo a El nuevo concepto de cultura emprendedora en educación.

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