Para hacer frente a la incógnita de cómo será la educación después de la pandemia, un buen punto de partida puede ser reflexionar a partir de las palabras de Meirieu, P. (2020) quién afirma:
“Si todavía hubiera la más mínima duda sobre la naturaleza ridícula de las profecías sentenciosas sobre nuestro futuro, la crisis que estamos atravesando la habría eliminado. Por supuesto, todo el mundo está de acuerdo en que «habrá un antes y un después», pero nadie sabe de qué estará hecho este «después».”[1]
Evidentemente, esta pregunta es uno de los interrogantes que más resuena en los últimos tiempos, en la cabeza de educadores, familias y estudiantes. A mi entender, una categoría sencilla de análisis, que nos permita responderlo, debería basarse simplemente en el pasado, presente y futuro o mejor dicho en: antes de la pandemia, durante la pandemia y la educación después de la pandemia.
Con la posibilidad de contemplar diferentes matices, animarse a realizar este ejercicio en principio puede resultar una tarea relativamente simple. De alguna manera, promueve la creatividad y no encuentra limitaciones académicas o antecedentes por la exclusividad y características de estos tiempos, incluso creo que es posible realizar un aporte significativo e innovador al planteo de nuevos escenarios.
Antes de la pandemia
Al caracterizar el pasado próximo de la educación en un rango no muy extenso, unos 10 años al menos y aun teniendo en cuenta la multiplicidad de niveles, modalidades, modos de gestión y financiamiento de la educación, todos podemos imaginarnos o recordar los hábitos y las costumbres de un día de clases en la “normalidad” previa a la aparición mundial del COVID-19.
En general, podemos recordar adultos saliendo a realizar tareas habituales, (entre ellos, docentes, trabajadores de la educación, personal auxiliar, etc.), estudiantes de todos los niveles yendo en determinados horarios (según turno) a establecimientos educativos; algunos acompañados, otros poniendo en práctica su autonomía. Muchos probablemente, concurrían a escuelas dentro de un radio no mayor a 10 o 15 cuadras, otros en cambio, debiendo recorrer mayor distancia con medios propios o utilizando transporte público.
La llegada a las instituciones, suponía cumplimentar los horarios de entrada, salida, recreos, cambios de turno o materia. Las clases propiamente dichas, dictadas en un aula o salón, con mobiliario especial para estudiantes y docentes, el viejo y querido pizarrón, aunque ya en muchas instituciones fueron siendo reemplazados por las pizarras de marcadores y las más modernas podían contar con pantallas interactivas. Hasta acá, el posible resumen de una mirada compartida por todos los miembros de la comunidad educativa.
- Desde el enfoque de los educadores, las planificaciones de las clases, correcciones, tutorías, asesorías, solían ser realizadas en horas institucionales o espacios destinados para tal fin. Entre clases y clase o en algún recreo, era posible el encuentro con algún colega, beber alguna infusión o simplemente descansar un poco antes de retomar la tarea. Luego al finalizar la jornada, el regreso a sus obligaciones personales, quizá alguna capacitación, un poco de recreación y descanso reparador.
- La perspectiva de los estudiantes puede ser muy variada según la edad de estos, no obstante creo que es posible resumirla en algunos momentos específicos como: el encuentro con sus compañeros, el ejercicio de una convivencia, situaciones de juego, espacios de alimentación, contextos de intercambio y vinculación afectiva. Llegando al fin de la jornada, el emprender el regreso a sus hogares, a realizar otras actividades extra escolares, festejos sociales, esparcimiento y el necesario descanso.
Descrita así la escena de la vida cotidiana escolar, constituía una estructura sólida, muchas veces padecida, y otras tantas criticadas, a las actividades diarias, a los hábitos profesionales, personales y familiares, a la existencia de quienes de alguna u otra manera transitan por una institución escolar.
Se disponía de un orden temporal y espacial: todo siempre era antes o después de la institución escolar; sea cual fuere el actor que mencionemos. Tiempos y espacios estructurados que ponían orden y armaban nuestras rutinas, condicionaba nuestros hábitos y hasta fortalecía vínculos.
También es verdad que la coyuntura de Pandemia se hizo presente en un escenario en el cual el sistema educativo, no sólo de nuestro país sino de América Latina en su conjunto, estaba atravesado por grandes y profundos problemas estructurales: bajos niveles de aprendizajes, altos niveles de abandono, prácticas docentes sin reflexión, acompañados de una grave inequidad y desigualdad en todos los niveles; pero sobre todo en los más desfavorecidos.
Durante la pandemia
Al momento en que se declaró el “Aislamiento social, preventivo y obligatorio” al menos en Argentina, de los muchos hábitos o costumbres mencionados, el primer desafío que creo nos interpeló a todos los actores del sistema educativo, fue el de adecuar las prácticas escolares habituales a un formato digital que permita rescatar, en principio, la continuidad de los procesos de enseñanza y aprendizaje. Frente al aislamiento, primó la sensación y la creencia de la perentoriedad en un tiempo cercano.
La extensión de dicho aislamiento fue impactando de diferentes maneras los acontecimientos y sentimientos que acompañan la situación de excepcionalidad. Primero, la desorientación, el descreimiento, la parálisis que la explicitación de crisis implica. Luego del impacto, los primeros intentos de reorganizar lo que estaba presente en la presencialidad sin la materialidad física que lo sustente. Difícil tarea. Para todos.
- Las familias en general se vieron forzadas a modificar el ritmo habitual de manera abrupta, con angustias y ansiedades lógicas frente a lo desconocido y sin poder brindar muchas respuestas a los estudiantes hasta que “la escuela” pudiera ponerse en contacto.
- Los docentes, no ajenos a estas sensaciones tuvimos que recurrir a una formación inmediata (algunos ya la tenían, otros debieron profundizar) sobre plataformas, educativas, aplicaciones y recursos digitales que pudieran servir a tal propósito. Gracias al gran espíritu de trabajo y compromiso de cada docente, más temprano que tarde, aun debiendo sortear muchas dificultades, con la necesidad de establecer los primeros contactos y canales para mantener a los estudiantes comunicados con la escuela, comenzaron a llegar distintas actividades, propuestas y trabajos en diversos formatos (audio, texto, vídeo) de manera sincrónica o anacrónica; utilizando variados recursos y soportes digitales como: WhatsApp, Facebook, Instagram, twitter, blogs, sitios web, por mencionar algunos.
- Los estudiantes que ya de por sí adolecen de su tiempo evolutivo, vieron cómo el contexto de aislamiento los alejaba de sus pares, de la Escuela (que, aunque manifiesten su desinterés, la requieren), de sus hábitos y experiencias; esos propios que sólo surgen y se recrean en los tiempos y espacios escolares. Así vieron de a poco cómo sus vínculos con la Escuela toda y con sus referentes escolares adultos, con los otros estudiantes, con sus familias, con su propia experiencia vital y vincular, poco a poco se fueron desmoronando.
Modelo de Acompañamiento Educativo de Emergencia Mediado
En este punto comenzaron a surgir diferentes voces de catedráticos, especialistas y medios de comunicación, a favor y en contra de las acciones adoptadas. Para muchos “todo está perdido”, para otros, surgió la oportunidad de establecer una nueva “presencialidad”. Conceptualmente algunos denominaron este momento como: Educación o Enseñanza a Distancia, Remota, Virtual, Digital o Híbrido. En lo personal lo defino como un modelo de Acompañamiento Educativo de Emergencia Mediado (ACEDEM). Pensando en un acompañamiento entendido como el «tender puentes de vinculación, estar presente y sosteniendo la relación entre la escuela, la familia y los estudiantes».
En referencia a lo educativo lo concibo como un proceso integral que sumado a lo anterior tiene la pretensión de poner en juego, habilidades y competencias que permitan sortear los obstáculos presentados por la coyuntura. La mediación expresada en este contexto la contemplo como algo imprescindible, debido a la necesidad de establecer y mantener un distanciamiento social. Esta mediación en algunos casos se produjo a través de dispositivos tecnológicos y en otros fue necesario todavía el recurso del soporte en papel.
El espacio y el tiempo
Lo cierto es que toda la sociedad debió realizar adecuaciones en su rutina de modo que le permitiera una “adaptación” a las nuevas condiciones. Primero asimilar el impacto y la contingencia, para luego intentar adaptarnos, y nunca terminar de acomodarnos. A mi entender, el primer obstáculo se centró en la provisión o acondicionamiento de dispositivos tecnológicos y la tan necesaria conectividad, situaciones que aun hoy no se encuentran del todo resueltas. La modificación de los límites físicos y los tiempos se transformó en un punto de tensión en común para todos. Ya no hay “escuela”, tampoco hay “casa” hoy las fronteras están desdibujadas.
Asimismo, el tiempo sufrió una desregulación social e institucional pasando a ser una variable por demás flexible, en donde ya casi no existen los horarios de trabajo, “turnos” escolares, horarios de descanso, fines de semana, etc. debiendo responder a todas las obligaciones “a demanda” y esto se percibe desde la perspectiva de cualquiera de los actores. A esta caracterización parcial, podría agregar otros obstáculos o pendientes que considero importantes tener en cuenta como por ejemplo: las falencias en materia de alfabetización digital, tanto de estudiantes como de educadores; el trabajo, capacitación y formación permanente en ciudadanía digital. Y en este punto me gustaría aclarar que muchas veces surgen confusiones interpretando que la alfabetización digital alcanza para ser “ciudadano digital”.
Ciudadanía digital
En lo personal estimo que pensar en una formación integral en ciudadanía digital implica el conocimiento y practica del conjunto de normas y pautas que demanda la buena convivencia y la adquisición de habilidades, competencias, cuidados y responsabilidades que conlleva el ejercicio pleno del rol de ciudadano en los términos que se aplican en el mundo físico, adecuados nuestro recorrido como transeúntes del universo digital.
La incertidumbre se hizo inminente y tan sólida como las paredes de las instituciones escolares. No sólo hubo que ajustar y regular el termómetro laboral, familiar y personal sino también aprender a hacer foco entre lo incierto.
A todo esto, considero fundamental mantener en todo momento el carácter profundamente humano que debe sustentar y nutrir todo proceso de enseñanza y aprendizaje. Cuando enseñamos utilizando la tecnología, no debemos deshumanizar los procesos de enseñanza y aprendizaje, es decir, de igual modo que en la presencialidad debemos dispensar el mismo trato, aclarando las dudas que surjan, respondiendo las inquietudes, respetando los tiempos que requieren y las necesidades de cada uno de nuestros estudiantes entendiendo que ocuparnos de mantener la “humanización” del vínculo pedagógico, la comunicación entre estudiantes y docentes, es justamente fortalecer la potencia transformadora de la Educación.
La Educación después de la pandemia
El impacto de lo excepcional, la incertidumbre del contexto, lo nunca antes transitado y experimentado pueden ser fuente de una profunda crisis que nos sumerja en el inmovilismo o una oportunidad para avanzar hacia caminos que, aunque desconocidos, suman al momento de pensar la Educación después de la pandemia y todos sus componentes.
Lo esperado es que sea una construcción histórica, social y cultural. Estamos pues ante el enorme desafío que implica construir una “otra” normalidad. Fuertes impulsos nos llevarán a lo conocido y seguro, a lo que fue. Sin dejarnos vencer por esa fuerza, también podemos avanzar en la construcción de lo que viene. Con lo mejor del pasado, lo mejor del tiempo de Pandemia y el porvenir, el camino es largo pero no imposible. Como toda construcción implica un proceso; idas y vueltas, tensiones, temores, avances, retrocesos.
En esta construcción de la nueva normalidad es necesario re pensar:
- vínculo docente-estudiante y escuela-familia
- reconfiguración curricular
- acompañamiento y monitoreo de aprendizajes
- y, fundamentalmente, tomar la oportunidad que aparece para repensar la evaluación como parte misma del proceso de enseñanza y de aprendizaje.
Y en este punto nos adentramos en la reflexión final sobre ¿cómo será la educación después de la pandemia? e invito a los lectores a meditar sobre dos aspectos principales en los cuales considero, vamos a coincidir.
- El primero es que, definitivamente, no será como los fenómenos antes mencionados es decir, no se volverá al modelo conocido hasta el 16 de marzo de 2020 y el modelo actual no tiene cimientos sólidos como para proyectarse en el tiempo.
- El segundo aspecto es que junto a los “nuevos hábitos” deberemos entre todos, construir e instalar una “nueva normalidad” en donde entiendo, habrá una alta probabilidad de establecer un modelo mixto con reglas más claras, en donde se combine la presencialidad y la educación digital.
Otra consideración merece la situación de los medios de transporte para llegar a las instituciones, mucho dependerá de ello. Asimismo, los horarios tanto de traslado como de estudio y recreos seguramente serán un tema de análisis institucional para evitar aglomeraciones y regular el flujo de personas en circulación en los diferentes espacios.
En referencia a los cuidados y las acciones preventivas, creo que mucho dependerá de la responsabilidad ciudadana, sin eximir por ello la responsabilidad propia que corresponde a funcionarios y autoridades, sumado a la ardua tarea que cada escuela deberá realizar como “articuladora” de dichas responsabilidades, entre las cuales deberán estar presentes la higiene de los espacios compartidos previa, durante y posterior a cada jornada, los protocolos de actuación ante distintas situaciones que puedan surgir, entre otros eventos posibles.
Sin duda alguna, el contexto de pandemia producido por el COVID-19, irrumpió de modo intempestivo modificando todo lo hasta ahora conocido y superar esta coyuntura va a demandar algo más de tiempo y paciencia de lo esperado.
A modo de reflexión final quisiera compartir con ustedes la frase de una compañera y amiga, que en oportunidad de presentar un trabajo me dijo:
“Son tiempos difíciles. Que lo difícil no se haga imposible; que lo imposible no se torne inexorable. Estamos frente a un gran impacto; que no nos paralice. Y que lo mejor que nos suceda, quede instalado para siempre…”
[1] Meirieu, P. (2020). La escuela después… ¿con la pedagogía de antes? Movimiento cooperativo de escuela popular. //www.mcep.es/2020/04/18/la-escuela-despues-con-la-pedagogia-de-antes-philippe-meirieu/
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