Heike Freire
Entrevistamos a Heike Freire, filósofa, psicóloga, pedagoga y activista. Es considerada un referente internacional en el establecimiento de las bases pedagógicas para la educación en contacto con la naturaleza y creadora de la «pedagogía verde«. Se muestra en total desacuerdo con los protocolos que se han aplicado en las escuelas a los niños y niñas durante la pandemia.
La infancia de Heike Freire transcurrió entre dos escuelas. La primera era un colegio moderno, que tenía un huerto, en la que no les ponían deberes, ni tenía libros de textos. La segunda resultó ser más dura, con patio de cemento, una disciplina estricta y en la que incluso se aplicaban castigos. Desde el primer momento y sin haber profundizado ni conocer teorías sobre educación, tuvo muy claro cuál de los dos colegios era mejor para ella. Vivió aquella experiencia como una transformación, y decidió que quería ser pedagoga para estudiar al ser humano.
¿En qué se centra la educación en verde?
La educación en verde busca el camino de lo que consideramos la renaturalización del ser humano. Parte de una necesidad profunda de transformación humana, social, económica y cultural. Nos hemos desviado de la naturaleza situándonos por encima de cualquier ser vivo y hemos decidido que nuestra especie puede dominar el mundo. Pero necesitamos restablecer el contacto con la naturaleza y el amor por la vida, que es innato en las personas.
Con todos sus años de experiencia, ¿qué es lo que más le ha sorprendido de su trabajo de terapeuta?
Lo que más me ha marcado durante todos estos años han sido las transformaciones, los cambios profundos que se han producido en las personas con las que he trabajado la conexión con la naturaleza. Es una experiencia que me ha dado mucha fuerza. Acompañando a niños y niñas he podido observar como el contacto con la naturaleza los ayuda a superar los problemas y los límites que se habían impuesto ellos mismos.
¿Cómo pueden promover las escuelas el contacto con la naturaleza?
La educación tiene algo muy importante que aportar, un granito de arena que es esencial, porque trata con personas. Muchas escuelas piensan que renaturalizar consiste en tener un huerto y poner agua, arena y bancos en el patio, pero esto es muy superficial. El proceso es mucho más complejo: hay que retroceder hasta años atrás para descubrir cómo era el hábitat donde se han edificado los colegios. Sobre todo, en el caso de las escuelas urbanas, que son las que más lo necesitan. Hay que recordar que antes se enseñaba en plena naturaleza, porque no existían edificios diseñados para estudiar.
¿Qué otros aspectos debe contemplar la renaturalización?
También es muy importante tener en cuenta el proyecto educativo. La manera en la que las escuelas organizan los espacios y los tiempos, poniendo en primer lugar la esencia humana y el espacio natural. Una escuela renaturalizada debe ser abierta a las necesidades de los niños y niñas y requiere de una transformación muy profunda.
¿Cómo repercute el contacto con la naturaleza en el rendimiento escolar?
El contacto con la naturaleza incide positivamente en el rendimiento escolar. Está demostrado que tiene un efecto restaurador sobre la atención del ser humano, y que nos ayuda a conseguir que los niños y niñas puedan concentrarse en las tareas escolares durante más tiempo. Es importante que durante la jornada escolar se vayan haciendo pausas y que los estudiantes salgan al patio, ya que un breve contacto con la naturaleza permite superar la fatiga atencional que genera la formación académica y ayuda que, al regresar al aula, se pueda seguir rindiendo. Pero, por otra parte, hay que revisar y abolir lo que entendemos como rendimiento escolar, ya que tal y como lo planteamos actualmente, hace mucho daño a los niños y niñas.
¿Cómo lo plantean las escuelas?
Los colegios se han convertido en fábricas de producción en masa, de individuos normalizados y, en general, bastante heridos en su ser. Las escuelas han pasado a ser instituciones burocráticas y desconectadas del verdadero sentido de educar. La palabra escuela en griego es σχολή (‘scholé’), que significa ocio y diversión, todo lo contrario a rendimiento. Educar es acompañar a los niños y niñas en el pleno desarrollo de su autonomía en contacto con la naturaleza. La necesidad de encajar a los estudiantes en patrones iguales ha hecho mucho daño. Los han categorizado como malos estudiantes, como desobedientes o incluso les han diagnosticado problemas físicos y psicológicos, simples efectos secundarios de una sociedad y una escuela tóxicas.
¿Cómo ha afectado la pandemia a la educación en verde?
Ha afectado de diversas maneras. El aspecto positivo es que existe una mayor conciencia de la necesidad de estar en contacto con la naturaleza. Muchas escuelas han dado el paso y han empezado a impartir algunas de sus clases en el exterior, en bosques, parques o playas. Se ha utilizado la situación para crear grupos de convivencia, donde los niños y niñas pueden relacionarse de forma muy positiva. Los docentes han comprendido (o recordado) la importancia de la relación, de la conexión personal con sus alumnos. Además, muchos padres se han dado cuenta de que estar conectados a las pantallas no satisface las necesidades de sus hijos. Pero por otra parte, en el lado negativo, encontramos los protocolos y planes de contingencia que se han aplicado, que han sido y son desproporcionados y muy perjudiciales para el desarrollo armónico y pleno de los niños.
¿Se han tenido en cuenta los derechos de los niños y niñas durante este periodo?
No solo no se han tenido en cuenta, sino que no se han respetado y se han violado algunos de sus derechos fundamentales, como por ejemplo el derecho a la salud. Para los niños y niñas este derecho implica poder moverse, salir, tener contacto con el sol, relacionarse, etc. Muchos niños van a la escuela para encontrarse con sus compañeros y no porque les interesen los contenidos que les ofrecen.
¿Cómo cree que han vivido los estudiantes durante los meses de cuarentena la “educación online”?
La educación online no es educación, ya que con ella desaparece la relación humana. La verdadera educación se centra en el contacto entre personas, no se educa recibiendo exclusivamente contenidos académicos. Un niño o niña en la etapa infantil, no tiene los recursos necesarios para reconocer a sus compañeros y maestras a través de una pantalla.
¿Los profesores han estado a la altura para gestionar una situación tan complicada?
Han hecho lo que han podido, teniendo en cuenta las circunstancias. Los mejores docentes han sido aquellos que se han olvidado de lo académico y se han preocupado por el estado emocional de sus alumnos. La pandemia ha sido un momento para recuperar la humanidad. En contrapartida, considero que los profesores que han bombardeado a las familias con exigencias centradas en aspectos curriculares, en lugar de darles a los niños y niñas herramientas para ayudarles a educarse en familia, no han actuado correctamente.
¿Qué valores considera que están transmitiendo los docentes a sus alumnos?
Es muy difícil responder a esta pregunta, hay de todo. Particularmente me gustaría que en esta situación tan compleja, se transmitieran valores humanos, como la comprensión, empatía, cariño, autonomía… ya que considero que es el tipo de aprendizaje que puede salvar a nuestra especie. Cuando somos adultos y pensamos en los profesores que nos han marcado, siempre recordamos especialmente a aquellos que nos transmitieron algún valor personal.
¿Considera que la vuelta a la normalidad pondrá en valor la importancia de entrar en contacto con la naturaleza?
Espero que esta crisis no nos instale de vuelta a la normalidad de antes. La pedagogía en verde debería formar parte de la “nueva normalidad”. Deberíamos ser capaces de aprovechar la oportunidad de empezar a construir una humanidad con más sentido y un mundo que recupere la naturaleza para ayudarnos a ser conscientes de lo que somos y de lo que nos rodea.
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