Cada vez ponemos más atención en los estudios sobre neurociencia relacionados con la educación y cómo puede afectar la neurociencia en el aula . Muy probablemente, en un futuro, serán un eje indispensable a la hora de pensar cómo aprendemos y enseñamos.

¿Cómo podemos empezar a aplicar las conclusiones de los neurocientíficos en nuestras aulas? Hemos preguntado a Anna Caballero, David Bueno y Luis Castellanos su opinión. ¡Toma nota!

Ana Carballo

Licenciada en Psicología y Doctora en Neurociencias por la UAB. Profesora colaboradora del grado en Psicología y del máster en Dificultades de Aprendizaje y Trastornos del Lenguaje de la UOC y profesora asociada de la Facultad de Educación y del Grado en Psicología de la UIC. Actualmente profesora visitante en la Facultad de Psicología de la Universidad de La Sabana (Colombia). Co-autora del libro “10 ideas clave en Neurociencia y Educación” (Graó, 2018).

Las neurociencias aplicadas al campo educativo nacen del creciente interés por una educación basada en la evidencia científica y por los importantes progresos que ha experimentado la neurociencia cognitiva en los últimos años. Y ése es su mayor valor. Las neurociencia en el aula no puede ni deben decir al docente cómo enseñar, pero sí permiten identificar algunos elementos que intervienen en el funcionamiento del cerebro y, consecuentemente, en los procesos de enseñanza-aprendizaje que maestros, maestras y docentes pueden tener presentes a la hora de diseñar su práctica pedagógica.

En este sentido es importante conocer las funciones atencionales como puerta de entrada de la información, los procesos de percepción subjetivos que implican una construcción del aprendizaje diferente para cada alumno/a, la importancia de tener en cuenta la alimentación, el descanso y el ejercicio físico, así como el diseño eminentemente social de nuestro cerebro que implica que aprendemos más y mejor en situaciones grupales.

Es, además, relevante conocer cómo la motivación y la curiosidad funcionan como un multiplicador del aprendizaje en el cerebro, cómo de importantes son las funciones ejecutivas para la capacidad adaptativa de los niños, niñas y adolescentes y cómo la organización del espacio de aprendizaje puede intervenir también en todos estos procesos.

 

David Bueno

Profesor e investigador de la Sección de Genética Biomédica, Evolutiva y del Desarrollo (Universitat de Barcelona); autor de Neurociencia para educadores (Octaedro / Rosa Sensat, 2017) y Cerebroflexia (Plataforma Editorial, 2016).

Los trabajos en neurociencia y neurociencia cognitiva nos están proporcionando una serie de datos y comprobaciones empíricas de cómo funciona el cerebro, de qué procesos educativos resultan más efectivos a largo término. Dicho esto, lo primero que debemos tener en cuenta en el aula es qué objetivo queremos que tenga el proceso educativo. No es lo mismo formar profesionales competentes y competitivos que personas sumisas y crédulas.

Para mí, el objetivo fundamental debe ser ayudar a nuestros alumnos a crecer en dignidad (lo que incorpora elementos socializadores y también profesionalizadores, pero dentro de un todo mucho más amplio). Si esta es la respuesta (una respuesta ideológica, criticable y matizable), entonces lo que debemos hacer es analizarnos a nosotros mismos para ver qué podemos aportar con nuestro ejemplo.

Los procesos clave para una buena educación a largo término son las emociones (la alegría y la sorpresa), la motivación y el razonamiento crítico y analítico (emociones + racionalidad). Por lo tanto, lo primero que debemos hacer es notar placer nosotros por nuestro trabajo, estar motivados y analizar todo lo que ofrecemos a los alumnos de manera crítica y analítica, sin miedo al riesgo ni a equivocarnos, pero extremadamente dispuestos para reconocer los errores y rectificarlos, constituyendo un ejemplo de resiliencia.

Luis Castellanos

Consultor y formador, autor de Educar en lenguaje positivo: el poder de las palabras habitadas y La ciencia del lenguaje positivo.

Mejorar la calidad de nuestros actos, conocer el potencial mental de cada uno de nosotros será vital para el futuro de la humanidad y su bienestar. Una educación cada vez más personalizada es lo que la neurociencia va a revolucionar cuando aplicamos en las aulas sus descubrimientos.  Estos nos permiten reformular el concepto de educación con una mirada más profunda sobre las actitudes y los comportamientos, avanzando en la comprensión sobre la forma en que aprendemos y enseñamos.

Los descubrimientos científicos están aportando nuevas informaciones sobre cómo funciona nuestra atención, nuestra memoria, nuestras decisiones y, sobre todo, como las emociones y la intencionalidad del lenguaje, que construye el habla interna que me dice si voy a poder o no, forman parte sustancial de quien voy a ser yo y cómo me voy a comportar conmigo mismo y el resto del mundo. Esto es, en esencia, creatividad.

Cada cerebro es diferente y todos los cerebros son creativos. La neurociencia en el aula fomenta que cerebros creativamente diferentes colaboren para inventar un futuro mucho mejor para el bienestar de toda la humanidad.

También te puede interesar la reflexión de Chema Lázaro sobre la aplicación de la neurociencia en el aula.

 

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