En 1988, la UNESCO declaró el 23 de abril el Día Internacional del Libro, un día para fomentar la lectura y la cultura. Lo hizo en conmemoración de las muertes casi coetáneas, en 1616, de dos de los más grandes escritores universales: Cervantes y Shakespeare (aunque la verdad es que el primero murió el 22 de abril, mientras que el fallecimiento del segundo fue el 23 de abril, pero en el calendario juliano, que equivalía a nuestro 3 de mayo). En todo caso, la fuerza simbólica de la coincidencia da un maravilloso contexto y una excusa perfecta para celebrar el libro y el bellísimo acto de la lectura.
Como homenaje a estos dos enormes escritores, nos planteamos aquí, a modo de divertimento, un pequeño juego, y procuramos fantasear cómo habría sido un diálogo entre Cervantes y Shakespeare. ¿Qué se habrían dicho? ¿Qué opinión se habrían merecido el uno del otro? ¡Te invitamos a seguir leyendo y a dejar volar la imaginación con nosotros!
¿Cómo sería un diálogo entre Cervantes y Shakespeare?
SHAKESPEARE: Oigo pasos. ¿Quién va? Aguardad; si los ojos no me llevan a engaño, heme ante el castellano Miguel de Cervantes Saavedra, ilustre autor de El Quijote. La luz de vuestro talento os precede, señor mío.
CERVANTES: A fe soy quién vuestra merced me dice ser, que otro nombre no me pusieron mis padres, el cielo los tenga en su gloria. Pero, decidme: ¿sois acaso el gran escribidor de comedias y tragedias daquellas tierras inglesas de allende el mar, que llaman Guillermo Shakespeare?
SHAKESPEARE: El mismo soy, y con este nombre me bautizaron.
CERVANTES: Sin duda no me engañaba, pues vuestra fama en las tablas está en boca de todos y de ella dicen todos cosas buenas. Que en el teatro dicen que no tenéis parangón, y si este es el caso, hay que daros honrado reconocimiento. Pero decidme, buen amigo: ¿no es cosa de asombro que siendo vuestra merced inglés y yo castellano, podamos entendernos sin dificultad? El juicio mío tengo por entero, y sin embargo paréceme, como a mi Quijote, que hay obra de hechizo o de encanto en este misterio.
SHAKESPEARE: No os extrañéis, querido Miguel, que aunque parece fantasía, tal no es. Nos encontramos en el Parnaso, hogar de poetas laureados, donde nos han concedido entrada por virtud de nuestras obras. Hoy somos celebrados a lo largo y ancho del mundo y no hay día en el que nuestros nombres no merezcan algún festejo.
CERVANTES: ¿Será cierto lo que dice vuestra merced? Sabed que en su momento escribí una obrita muy mía que llamé Viaje al Parnaso, con mucha alegoría y cosas que pienso que eran de buen leer. En ella, quien os habla y algunos otros preciados poetas subíamos a un bajel hecho de versos que nos conducía a luchar contra un ejército de temibles poetastros. Pero nunca pensé llegar a hallarme aquí talmente.
SHAKESPEARE: Sin embargo, aquí nos encontramos, que más cosas hay en el cielo y en la tierra que todas las que pueda soñar la filosofía del hombre. Y justo es preciarse de los propios méritos cuando estos son verdaderos y cuando el tiempo los ha asentado, y así, aunque mal me esté decirlo, tengo que dar la razón al poeta Ben Johnson, cuando dijo que mi nombre no pertenecía a una sola época, sino a la eternidad entera. Más gloria y felicidad me da esto que todo el dinero que gané en vida, que por ventura no fue poco.
CERVANTES: No me habléis de dineros, don Guillermo, que muchas penas y esfuerzos viví en mis tiempos por no haberlos. Solo dos linajes hay, sabedlo, que son el tener y el no tener, y desta segunda estirpe nací yo. Por dinero fui soldado y perdí la mano, que desde entonces me llamaron y me llaman el manco de Lepanto; y aún durante cinco años y medio fui cautivo y esclavo en Argel, por no poder pagar el precio de mi rescate. Así mi vida pasó entre grandes tumbos e infortunios, porque los que buscan aventuras no siempre las hallan buenas.
SHAKESPEARE: Lamento oírlo, amigo Miguel. Me confirmáis algo que ya sospechaba, y que es que la vida parece a veces una historia contada por un idiota, llena de ruido y de furia, que nada significa, y donde poca justicia encontramos. Pero sentíos alegre, al menos, por los dulces frutos que os ha aportado vuestro hijo Don Quijote.
CERVANTES: Cierto es. No pocas satisfacciones me ha dado este hijo mío, seco, avellanado, antojadizo y lleno de pensamientos varios. Y hasta me dio algunos dineros que vinieron a amenizar mi vejez. Aunque también algún disgusto trajo, porque cuando estaba yo al punto de acabar la segunda parte de las andanzas del Caballero de la Triste Figura, vino un tal Alonso Fernández de Avellaneda a usurpar su nombre y aniquilar sus hazañas, publicando sin yo saberlo una segunda parte deste mi pobre Quijote. Y tan malo era, que si de propósito yo mismo me pusiere a hacerle peor, no acertara. Pero buena venganza tomé de él en mi auténtica y verdadera segunda parte, donde mucho escarnio hice de sus fechorías.
SHAKESPEARE: Mala cosa es la hiel de la envidia, amigo Miguel. Yo también la sufrí en su momento. El infame dramaturgo Robert Greene tuvo la osadía de llamarme «cuervo arribista, embellecido con nuestras plumas». Algunas cosas tomé prestadas en mis obras, es cierto, pero era más bien mi pluma la que las embellecía a ellas. ¿Y quién recuerda hoy a Robert Greene? Solo su diatriba contra mí permanece, porque a veces el veneno sobrevive a la serpiente. ¡Oh, envidia, monstruo de ojos verdes, cuánto mal has hecho al mundo!
CERVANTES: Con mucho entendimiento y discreción habláis, don Guillermo, que la envidia es raíz de infinitos males y carcoma de virtudes, y lejos hay siempre que mantenerla, porque más pierde el que envidia que el envidiado.
SHAKESPEARE: Mucha verdad hay en vuestras palabras. Y ya que hablabais de vuestro Don Quijote, he de deciros, amigo Miguel, que leí con gran fruición la primera parte, y en el cuento de vuestro Cardenio me inspiré para mi Historia del loco Cardenio, porque me parecieron sus peripecias dignas de ser conocida por todos.
CERVANTES: Me halagáis, don Guillermo… Me agrada saber que las aventuras de mi desdichado hidalgo Alonso Quijano tuvo tantos y tan buenos lectores. Alégrome mucho, porque para mí nació don Quijote, y yo para él: él supo obrar y yo escribir, y juntos los dos somos para en uno. ¿Pero quién podía imaginar que este hijo de mi poco entendimiento, que se engendró en las incomodidades de una cárcel en donde sin justicia fui preso, iba a darme tan grandes honores?
SHAKESPEARE: ¿Cárcel, decís? ¡Oh, infeliz! Ahora bien veo cuán aciagas adversidades tuvisteis que tolerar. Pero es halago debido el que se hace sin lisonja, y bien lo merecéis vos, porque disteis a los lectores no solo las divertidas hazañas de vuestro Don Quijote, tan llenas de enseñanzas, sino también un aire fresco y nuevo a las historias que se escribían y se escribirán, y que ya nunca serán de la misma forma.
CERVANTES: Oigo vuestras razones y paréceme que otra persona debiera recibirlas, tan poco acreedor de ellas me hallo. Pero puesto que vuestra merced las dice, buen amigo, deberé creerlas, porque vuestra destreza como poeta y como renovador del teatro y de la lengua cruzan las fronteras inglesas, y dan luz y gloria a vuestra tierra en el mundo entero. Y dicen los buenos entendedores que nadie como vos ha descrito mejor y con mayor esmero las grandes pasiones de los hombres y las ambigüedades que guardan en sus almas.
SHAKESPEARE: Os lo agradezco, amigo Miguel, os lo agradezco humildemente. Pero ya el sol, con su semblante escarlata, entre las montañas se esconde, y la sangre derramada del atardecer va dando paso a la noche. Podría hablar con vos durante horas, y no obstante en algún punto es preciso callar, porque cuando las palabras son escasas, rara vez se gastan en vano. Por ello os deseo, mi buen Miguel, buenas noches.
CERVANTES: Vayámonos a dormir, pues, y dejemos que sean otros los que vengan y escriban sus trabajos, porque la pluma es lengua del alma, y no han de faltar nunca verdades que deban ser dichas ni persona quien las diga. Buenas noches tenga, don Guillermo, y larga vida sus obras.
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Así nos imaginamos nosotros una posible conversación entre Cervantes y Shakespeare. Y tú, ¿cómo te la imaginas? ¿De qué crees que hablarían? ¡Cuéntanoslo en los comentarios!
Y si quieres saber más de estos dos gigantes de la literatura, no te pierdas nuestras dos biografías Cervantes. Un escritor en busca de libertad y Shakespeare. Vida y obra de un escritor genial.
En la biografía novelada de Cervantes, de la mano de Eduardo Murias de Aller y del cervantista Antonio Rey Hazas, encontrarás el relato de la intensa vida del escritor castellano; una vida llena de aventuras de punta a punta del mediterráneo que no te dejará indiferente.
Y en el libro Shakespeare. Vida y obra de un escritor genial, escrita por el popular autor inglés Michael Rosen, podrás descubrir el porqué de la importancia de Shakespeare en su tiempo y en la literatura universal, y reseguir su influencia en nuestra cultura.
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