Anabel Valera Ibañez cuenta con una amplia formación en áreas tan diversas como humanidades, magisterio, liderazgo y dirección de centros educativos o historia moderna y didáctica patrimonial. Es creadora de la comunidad Entre Padres y Profes, donde difunde un concepto de educación basado en la conexión y el respeto. A lo largo de su carrera docente ha impartido clases en todas las etapas educativas, desde Educación Infantil hasta Bachillerato. También ha formado parte de equipos directivos en dos escuelas.
¿Cómo surgió la idea de crear tu blog Entre Padres y Profes?
Básicamente por inquietud y para acercarme a padres y profesores y poderles ayudar. En nuestras carreras profesionales y para casi todo en la vida estudiamos y nos preparamos a conciencia, pero para ser padres, que es la empresa con mayor envergadura que afrontamos, no existe ningún tipo de formación específica.
Defiendes educar desde una disciplina positiva. ¿Qué significa para ti este concepto?
Es cambiar la mirada de la educación y focalizarse en los niños. Puede parecer un poco rompedor porque educamos por y para ellos, pero de lo que se trata es de ver al niño desde su globalidad, no desde el punto de vista del adulto. Debemos entender cómo funciona su cerebro para poder adaptarnos a sus necesidades reales. La idea es trabajar desde la conexión, educar desde el respeto y bajarnos de ese pedestal de mirada adulto centrista.
¿Por qué es tan importante educar desde el respeto? ¿Qué beneficios tiene?
Una educación basada en el respeto es el mejor aprendizaje para la vida. Lo que queremos para nuestros hijos es que sean felices, que vivan una vida plena. Para ello, el respeto es la mejor manera para que empiecen a trabajar y construir ese autoconcepto del que luego se deriva una buena autoestima, que les ayudará a vivir y a lidiar con todos los envites con los que se encontrarán. En el momento en el que se sienten respetados, escuchados o comprendidos, podrán trasladar este tipo de actitudes a sus relaciones personales y profesionales cuando sean adultos.
Defiendes que no es conveniente castigar a los niños, ¿cómo deberíamos gestionar las situaciones conflictivas?
El error forma parte del aprendizaje, nosotros como adultos nos equivocamos todos los días y el ser humano aprende con este binomio infalible que es el ensayo error. Los niños se equivocan muy a menudo, igual que nos pasa a nosotros. Desde el patrón adulto centrista les castigamos, amenazamos o chantajeamos. Si te portas bien te daré un premio, pero si te portas mal, te voy a castigar en tu habitación.
¿Qué patrones debemos aplicar?
Utilizamos patrones basados en el miedo. ¿Y cómo nos sentimos como mayores cuando un jefe nos amenaza o nos chantajea? El castigo no nos lleva a nada, lo que ellos necesitan, sobre todo, es sentirse comprendidos y nosotros entender qué hay detrás de ese mal comportamiento. Muchas veces el castigo lo que genera es frustración o venganza. Puede provocar que cuando los dejamos de mirar lo vuelvan a hacer, o niños que luego se quedan muy retraídos. ¿Pretendemos que se porten bien después de hacerles sentir mal? No tiene sentido. Para gestionar esas situaciones conflictivas hay que entender los motivos del comportamiento y, después, buscar soluciones para que no se repita una mala actitud o ese mal comportamiento.
Y en cuanto a las notas, ¿cómo deberíamos comportarnos con un niño con malas calificaciones?
Lo primero que tenemos que hacer es ir al fondo de la cuestión. Las malas calificaciones no definen ni quién es nuestro hijo ni nuestro alumno, ni lo que va a ser en el futuro. Los grandes estudiantes no siempre han sido los más exitosos en la vida. De hecho, Daniel Goleman defiende que la inteligencia emocional y la capacidad de manejar las emociones tiene una incidencia muy importante en el éxito que se puede llegar a alcanzar. Por lo tanto, ante unas malas calificaciones tenemos que hacernos tres preguntas como educadores: no sabe, no quiere o es que no puede.
Y, a partir de aquí…
Si el niño no sabe hay que enseñarle, si no puede, a lo mejor es porque tiene una disfunción ejecutiva o está pasando un momento de dificultad o tiene un diagnóstico. Entonces habrá que ponerle esas adaptaciones, esos refuerzos que necesita para poder mejorar su rendimiento académico. Y si no quiere, que muchas veces es lo más habitual en adolescentes, debemos preguntarnos qué es lo que provoca que no quiera. Le genera impotencia ver que no sabe o que no puede o se siente incapaz, hay que descubrir que barrera se esconde detrás de cada caso. Debemos abordar la situación no solo desde el resultado, hay que hacerlo de una manera más profunda y entender la causa de esas malas calificaciones.
Afirmas la mala relación existente entre evaluación y calificación. ¿Nos puedes explicar un poco más al respecto?
La evaluación es un acompañamiento estrecho del alumno en su proceso de aprendizaje. En cambio, la calificación tal y como se está enfocando actualmente, es un número que encasilla. La calificación estaría integrada dentro de lo que es la evaluación. Como docentes tenemos que hacer ese acompañamiento del proceso de aprendizaje, no de esas notas que ha sacado en los exámenes. Hay que tener muy en cuenta aspectos como su desempeño a lo largo de todas las clases, si ha participado, si ha estado activo, si ha preguntado, si ha tomado apuntes… Luego también teniendo una visión muy integral del alumno, no sólo en cuanto a desarrollo académico o intelectual sino a nivel emocional, social o afectivo, y tener muy presente cómo va evolucionando.
¿Cómo podríamos evaluar de una manera correcta y justa a los alumnos?
Debemos evaluar el proceso integral de aprendizaje, y subrayo la palabra proceso, ya que es lo que nos marcará el camino a seguir. Como he comentado anteriormente, una calificación forma parte del error, y lo que no podemos hacer es castigarlo, sino utilizarlo como herramienta de aprendizaje. ¿En qué te has equivocado en este examen? ¿A ver qué preguntas no estaban bien? ¿Qué puedes hacer para aprenderlas? Debemos trabajar en todas estas cuestiones y no conformarnos simplemente con dar una nota y pasar al siguiente tema.
¿Cómo ayudas a padres y profesores a conectar emocionalmente con los niños? ¿Podrías poner algún ejemplo?
Desde casa es fundamental hacer hincapié en las asambleas de familia, en las que se reúnen todos los miembros. Propongo una ronda de reconocimientos, en la que cada uno de los componentes agradecen, dicen algo bueno que les ha pasado esa semana y se realiza una valoración en positivo. Y, a continuación, revisar los puntos sobre los que la familia ha ido tomando notas. Si nos encontramos con que últimamente la ropa está tirada o no está colocada en el cesto que le corresponde, hay que buscar soluciones, llegar a acuerdos. Es una manera muy buena de acompañar a nuestros hijos en la búsqueda de soluciones y en hacerles entender la familia como un equipo.
Este tipo de actuaciones, ¿se puede trasladar a un aula?
Sí, podemos adaptarlas perfectamente. En clase con mis alumnos hago una asamblea semanal, aunque lo ideal sería que fuera cada día, pero los horarios tal como están planteados no lo permiten. Una asamblea en la que se expongan los problemas que hay en la clase y que sirva para buscar soluciones. Además, al igual que sucede en casa, es muy importante reconocer y acabar siempre con algo positivo. Este tipo de prácticas ayudan mucho a conectar emocionalmente con los niños.
Y en la adolescencia, que es una etapa llena de cambios, ¿cómo pueden ayudar los padres y los profesores?
En primer lugar, poniendo la visión en qué es la adolescencia. Como educadores tenemos que entenderla y dejarnos de prejuicios, porque nosotros también hemos sido adolescentes. Esta etapa, ante todo, es un momento en el que se experimenta un proceso de individualización, el adolescente busca marcar distancias ante sus figuras de referencia. Necesitan juntarse con sus iguales como un proceso de preparación para la vida adulta. Los padres y los profesores lo solemos interpretar como actos de rebeldía y como un juicio y un rechazo hacia nosotros. Es muy común que nos asalten pensamientos como: después de todo lo que he hecho yo por mi hijo ahora me rechaza y me contesta mal. Lejos de ese juicio hay que intentar entenderlo y formarnos nosotros también.
¿Qué podemos hacer para entenderlos mejor?
Ante todo, vuelvo a poner el acento en nosotros, vamos a bajarnos de los patrones adultocentristas y a poner la mirada en ellos. Qué está pasando por su cerebro, qué está sucediendo en su cuerpo. No es fácil ser adolescente, no se reconocen a sí mismos. Esta ambivalencia es una montaña rusa emocional para ellos, con la que no es fácil convivir. Entonces, como padres o profesores debemos decidir cómo nos posicionamos ¿Desde la comprensión y la cercanía o desde el juicio y la adopción de una postura distante?
Entendemos, por tanto, que la capacidad de empatía hacia nuestros hijos y alumnos es una de las claves en educación.
Efectivamente, la clave es entender, ya sea en educación o en nuestras relaciones personales, ponernos en los zapatos del otro antes de emitir un juicio. Para poder relacionarnos necesitamos entender qué pasa en la cabeza y en el corazón de esa persona. Si además hablamos de personas vulnerables y absolutamente dependientes de nosotros, como son los niños y adolescentes, en que nosotros somos su principal punto de referencia, es fundamental conocerlos y saber qué pasa en su cerebro para poder adaptarnos a esas necesidades. Para eso necesitamos muchísima formación y evitar sentirnos culpables. Como padres y profesores queremos hacerlo bien, ellos son lo más importante de nuestra vida, pero fuera culpabilidades: muchísima lectura, muchísimas entrevistas como esta y a formarse y a crecer y acompañar a nuestros hijos, que es de lo que se trata.
Sin Comentarios