Todos los profesionales de la educación tenemos la certeza que la evaluación es una pieza clave en el proceso de aprendizaje. Pero, ¿sabemos cómo hacer una evaluación por competencias? ¿Qué hacemos con la información que recogemos de la evaluación? ¿Qué instrumentos podemos utilizar? ¿Cuál es la mejor forma de evaluar por competencias? Laia Lluch, Ángel Pueyo y Javier Cortés de las Heras nos dan su opinión al respecto. 

 

Ángel Pérez Pueyo

Director del área de Extensión Universitaria y Profesor de la Universidad de León. Director del Grupo internivelar e interdisciplinar Actitudes.

Más que 3 consejos, hablaría de los 3 pasos que se pueden seguir para no morir en el intento de cambiar hacia las metodologías activas. 

1. Antes de cambiar el enfoque metodológico o la forma de programar, implementa procesos de evaluación formativa con verdaderos    instrumentos útiles para generar aprendizaje durante el proceso de enseñanza de tu asignatura (y no siempre lo son las rúbricas), sin pensar aún en las competencias. 

2. Luego, ponte de acuerdo con otros docentes del mismo nivel y utiliza un instrumento que tenga carácter transversal como una escala de valoración para evaluar un trabajo de síntesis de 1000 palabras, una exposición oral con una escala graduada o la forma de valorar el trabajo en grupo (ver ejemplos en www.grupoactitudes.com).

Una vez comprobada la mejora en los resultados con el cambio de evaluación, introduce una metodología de transición, por ejemplo, como MITAA que se combine con la evaluación formativa.

3. Utiliza una secuenciación de competencias para poder llegar a programar por competencias y que el nivel de competencia en cada curso sea diferente.

Si reflexionamos un poco, comprobaremos que el actual modelo de perfiles competenciales con estándares de aprendizaje nada tiene que ver con la programación y una evaluación por competencias o la contribución a las mismas, pues no hay ninguna relación entre los estándares de las áreas.

 

Javier Cortés de las Heras

Doctor en Ciencias de la Educación. Orientador educativo en instituto de educación secundaria. Autor del blog Revoluacion.

Son tres consejos que tienen que darse además en este orden:

1. Conocer con profundidad el contenido que conforma cada competencia. En qué aprendizajes se traduce en cada una de las facetas que estructuran a cada una de ellas, para contextualizarlo en el aula y en el centro. Y esto sirve para las clave o cualquier otra que queramos evaluar.

2. Posibilitar al alumnado demostrar la adquisición de estos aprendizajes a través de tareas contextualizadas, auténticas, donde los docentes somos guías, facilitadores y proveedores de feedback, y el centro rompe con su organización compartimentada en departamentos y asignaturas.

3. En base a lo anterior, desarrollar instrumentos de evaluación que permitan captar la evolución del aprendizaje para describirlo en términos de logro. Las rúbricas, escalas de valoración y listas de comprobación son los más idóneos para ello, pero los cuestionarios son muy útiles cuando queremos evaluar la dimensión de conocimiento de una competencia.

 

Laia Lluch

Doctora en Educación y profesora asociada a la Facultad de Educación de la Universidad de Barcelona.

Es recomendable ajustar los diseños curriculares, de los planes de estudios de cualquier etapa educativa, desde una perspectiva integrada y global. En este sentido, es preciso investigar qué competencias y conocimientos son necesarios para la sociedad del conocimiento y para el aprendizaje permanente (lifelong learning), ajustándose al nivel educativo concreto.

Esto es, contemplar que las realizaciones o desempeños concretos requieren de determinados niveles de ejecución o de logro, los cuales evidencien lo que el estudiante es capaz de hacer y de demostrar.

Por ello, es interesante delimitar y establecer lo que los estudiantes han de demostrar y saber, especificando las competencias, entendiendo competencia como indica DeSeCo, como algo más que conocimiento y habilidades, precisando que las competencias son solo observables en acciones específicas (DESECO-OCDE, 2002).

Cambiar la evaluación no solo supone revisar los instrumentos y estrategias, alineándolos con los resultados de aprendizaje vinculados a las competencias; sino que implica también repensar los criterios, los momentos, los agentes y el uso que se le da a la información que los procesos de evaluación continua van aportando.

Por ello, la evaluación está en la encrucijada, es la piedra angular del cambio en educación y orienta el currículum, por lo que podría considerarse el punto de partida, y no de llegada, de los cambios pedagógicos. En este sentido, una evaluación por competencias debe:

  • estar diseñada en relación con los resultados de aprendizaje buscados.
  • ser planificada y coherente con la metodología empleada.
  • tener criterios relevantes y transparentes.
  • centrarse en un proceso y ser participada por los estudiantes.
  • ser acompañada de feedback.

Finalmente, y no menos importante, subrayar que brindar la oportunidad al impulso del desarrollo de sus competencias, y la asunción de cambios con respecto a la cultura docente y en la formación del profesorado, requiere de situar al estudiante en el centro del proceso como agente activo y protagonista de su aprendizaje.

También te puede interesar la opinión de los expertos sobre qué beneficios derivan de la autoevaluación o la importancia de la autoevaluación para el alumnado.

 

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