El trágico caso del intento de suicidio de dos hermanas en la localidad de Sallent, y el fallecimiento de una de ellas, ha reabierto el debate sobre el bullying o acoso escolar. Los últimos estudios indican que 1 de cada 3 personas en el mundo (1 de cada 4 en España) sufren acoso escolar. Esta violencia tiene efectos muy negativos en la salud física y emocional y en el rendimiento académico.

Qué está pasando

El caso de Sallent ha sido el más llamativo de los últimos días, pero no el único. Cada vez son más frecuentes las noticias sobre casos de bullying. Son solo la punta del iceberg, pues la mayoría de casos no llegan a ser noticia.

Lo sean o no, todos los casos suponen un infierno para los niños, niñas y adolescentes que lo sufren. La preocupación ante esta forma de violencia es creciente y la sociedad pide información, medidas de prevención y protocolos para detectarla y actuar.

Sitúate: un poco de Historia

El bullying es una persecución física, psicológica o ambas que se ejerce de forma intencionada y continua. Se produce entre estudiantes: la persona atacante tiene un poder físico, psicológico o social sobre la víctima que la deja indefensa. Se expresa de formas muy distintas: agresiones físicas o verbales, amenazas, exclusión social, acoso sexual, extorsión, robos, difamación, creación de rumores… Muchas no son fáciles de detectar.

Esto, sumado al miedo y silencio de las víctimas, hace que a menudo resulte difícil de identificar y, por tanto, de evitar. Suele ocurrir en la escuela, pero pasa también en la calle, los parques o lugares de encuentro y en las redes sociales.

El ciberbullying es la versión digital de este acoso y ha aumentado mucho en los últimos años a raíz del uso indebido de las redes sociales Las víctimas de bullying tienen 2,55 veces más riesgo de realizar intentos de suicidio. En el caso del ciberacoso, el riesgo es todavía mayor.

Cuál es su impacto

Las consecuencias del bullying son muy graves: soledad, miedo, indefensión, aislamiento, sentimiento de culpa, ansiedad, trastornos alimentarios, insomnio, fracaso escolar… Tiene efectos físicos, en la salud mental y en la relación con otras personas, y pueden durar años.

En los casos más graves, puede acabar provocando el suicidio. Evitar este sufrimiento es una responsabilidad conjunta: comunidad educativa, familias, sociedad y compañeros y compañeras. Y es posible, con empatía, solidaridad y valentía. Y con medidas eficaces, como la que se aprobó por unanimidad el pasado 23 de febrero en el Congreso: que se conceda un permiso laboral para acompañar a personas en riesgo de suicidio.

Para acabar con el acoso, lo primero es tener claro que no tenemos derecho a agredir a nadie y tenemos derecho a que no nos agredan. Algunas de las motivaciones más comunes son el aspecto físico, el color de piel, la orientación sexual o la diversidad funcional. El bullying se puede evitar con respeto y compañerismo, y viendo las diferencias como una riqueza. Hay que detectarlo y actuar: proteger a las víctimas, apoyarlas públicamente y denunciar a quienes agreden.

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