“¡Atención, rockeros! Pronto envejeceréis”, alertaba Bowie en una de sus canciones. Los docentes que ya vamos peinando canas podemos sentirnos identificados con la frase, y más con los tiempos que estamos viviendo en el ámbito educativo.

Tener la sensación de que los alumnos siempre son jóvenes mientras nosotros vamos perdiendo el significado del adjetivo implica conocer de primera mano qué es la brecha generacional. Pienso en el término y me vienen a la cabeza varias escenas de películas o series en las que padres entrados en los cuarenta intentan hacerse los “enrollados” delante de los hijos o, lo que es peor, de sus amigos. Phil Dunphy, de Modern Family, es un ejemplo bien claro.

Dudo que podamos arreglar la brecha simulando que hablamos como ellos, que conocemos su jerga o que “molamos mogollón”. Aunque quizás tengamos una oportunidad con una herramienta que ellos utilizan a diario sin llegar a explotarla por completo. Me refiero a la tecnología.

Nuestros estudiantes escriben con el teclado del móvil más deprisa que con el del ordenador, manejan las redes sociales a su antojo, viven pendientes de una pantalla; pero desconocen muchas de las aplicaciones que pueden tener sus dispositivos. Que seamos nosotros los que se las descubramos implica tiempo de formación, de preparación de nuevos materiales y, sobre todo, conlleva la aceptación de un nuevo rol en el aula. Parece complicado, sin embargo, merece la pena.

Los claustros suelen estar compuestos por gente joven que, en la actualidad, sale formada en aplicaciones educativas (thinglink, plickers, playposit, kahoot, etc.) y en tendencias metodológicas (gamificación, flipped classroom, visual thinking). Se trataría de compartir conocimientos y experiencias. Además, la red cuenta con una oferta variada de cursos que nos ofrecen aprender a nuestro ritmo y poder ponernos al día en cuanto a recursos en el ámbito educativo.

Cada vez son más numerosos los grupos de docentes que expresan la necesidad de adaptarnos al presente y que encuentran en Internet ejemplos de compañeros que han probado a cambiar y les ha funcionado. ¿Por qué no intentarlo? No se trata de pretender reemplazarlo todo, algunas materias tienen contenidos que se prestan más a la clase magistral, pero, como ya cantaba Loquillo, “los tiempos están cambiando sin remisión”.

Tal vez, si pensáramos en esta renovación como algo enriquecedor, como una evolución en nuestras carreras profesionales, nos resultaría más agradable.

No somos los únicos a los que les ha pasado. Bowie en los 70, U2 en los 90 y Vetusta Morla recientemente, por poner algún ejemplo, han experimentado la necesidad de dar un giro en sus trayectorias. En estos tres casos, un estudio de grabación en Berlín sirvió de catalizador de ideas. De sala de baile nazi en la Segunda Guerra Mundial a proyector de nuevos ritmos. El local en sí es un símbolo de transformación.

Nosotros también podemos localizar un punto de encuentro. Blogs, Apps, Twitter, Facebook, Instagram, Google for Education… La red reserva espacio virtual para el mundo académico y, parafraseando una de las canciones del último trabajo de Vetusta Morla, nos enseña que: “Hay un sitio para cada lugar, queda espacio para ti. Es tu turno, sólo tienes que verlo”. Mismo sitio, distinto lugar; como la escuela del S.XXI.

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