Siempre hablamos de la educación como motor de cambio, como elemento transformador de la sociedad. Pero, ¿qué papel puede desempeñar la escuela en un ambiente vertiginoso como el actual?

Hemos querido trasladar esta reflexión a personas que han estado y siguen estando implicadas en distintas luchas por superar las desigualdades que encuentran a su alrededor a través de la educación. Joan Girona, Carlos Figueroa y Julio Rogero nos dan su punto de vista sobre el papel de la escuela en este cometido.

Joan Girona

Profesor durante 15 años en La Mina, un barrio de Barcelona, levantado como alternativa al barraquismo; activista y comprometido con el cambio social

Las diferencias de clase social, de género, de etnia, de personalidad, de capacidades, de orientación sexual, de estrategias de aprendizaje… están en las aulas. ¿Se puede evitar que se conviertan en desigualdades? Es tarea de la escuela intentarlo luchando a contracorriente de la ideología dominante.

Podemos evitar que aumenten con una educación integral que tenga en cuenta los aspectos biológicos, psicológicos y sociales. Con suficientes personas adultas que acompañen, que atiendan los aspectos emocionales y las relaciones que se establecen. Que apliquen metodologías adecuadas a la diversidad, no segregando por posibilidades económicas, por género o capacidades.

Organizando grupos heterogéneos, que permiten aprovechar lo mejor de cada persona y teniendo en cuenta que se aprende y se educa en la escuela, en la familia, en la calle, jugando, en el deporte, en las bibliotecas, en las redes sociales…

Trabajar por la igualdad implica una escuela inclusiva, que acoja a todas las personas de la comunidad, que dé respuesta a sus necesidades y favorezca la cohesión social.

Carlos Figueroa

Investigador de política educativa de la Fundación Educación 2020

A la educación no se le puede pedir que solucione todos los problemas sociales ni que derrote toda desigualdad.  Pero sí  se le puede pedir que contribuya a construir la sociedad que proyectamos: un mundo donde seamos socialmente iguales, humanamente diferentes y totalmente libres. (Rosa Luxemburgo).

La educación, como Bourdieu decía, muchas veces sólo reproduce el capital cultural de las familias. Por ello, la tarea que debemos asignarle a las escuelas quizás sólo alcance a la titánica tarea de cambiar nuestra manera de pensar y de proyectar nuestra convivencia social.

En este contexto, la tarea de una educación pública de calidad, que reciba todas las clases, todos los géneros, todas las religiones, puede efectivamente proyectar una sociedad con valores como la no discriminación, el respeto y la consciencia estructural de la desigualdad.

Así, una educación pública inclusiva y de calidad puede ser el comienzo de una sociedad menos desigual, más diversa y libre.

Julio Rogero

Maestro de educación primaria y miembro del MRP (Movimientos de Renovación Pedagógica y Profesionalización Docente)

El papel de la educación en la reducción de las desigualdades sociales es el de cooperadora necesaria para eliminarlas, haciendo realidad el derecho de todas las personas a la educación y al éxito educativo. Pero no puede hacer demasiado en la desigualdad creciente que se produce en la sociedad y la situación de pobreza y exclusión social de uno de cada tres niños y niñas en nuestro país.

De todos modos tenemos una escuela carente de sensibilidad ante los problemas de desigualdad. No presta atención a la desigualdad y, con demasiada frecuencia, la reproduce. Por eso es necesario construir una escuela más equitativa, más inclusiva y que preste atención a las víctimas de esta injusticia social.

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